miércoles, 1 de mayo de 2019

Confío

...me coge de la mano!!! Yo la aprieto con fuerza!!! 

-tranquilo- me dice, -yo no te voy a soltar-

Me relajo, me abandono, confío.

Sueño

"Sí, quiero"- respondió ella

Y, como algunas noches, me desperté sonriendo. 

Y girando mi cuerpo hacía el otro lado de la cama, donde dormía mi esposa, la abracé besándola como un adolescente que descubre el amor por primera vez.

¡A mi edad y después de tantos años! 

Volví a sonreír cayendo en un plácido sueño, sabiendo que mañana, ella, estaría a mi lado.


martes, 20 de junio de 2017

Suena la alarma

-Suena la alarma del viejo reloj-

Ya son las doce de la noche. Me estiro.
Como todas las noches intento pensar que mi nuevo trabajo tiene cosas buenas… no se me ocurre ninguna.

Noto en el estómago un vacío al que no soy capaz de acostumbrarme. Tengo hambre y a la vez pensar en comer me produce una sensación extraña, casi nauseabunda.

Todas las noches lo mismo; me incorporo del suelo donde dormito y después de ir al baño, vuelvo sobre mis pasos pensando que no me he puesto las gafas y por eso no me veo reflejado en el espejo.
Caigo en la cuenta de que ya no necesito gafas…
Además, para qué quiero verme. Qué más da cómo me haya quedado hoy el uniforme de trabajo –seguro que como todas las noches: horroroso-

Maldigo en alto frases incoherentes mientras pienso en lo que mi madre siempre me decía: -Intenta parecer feliz en el trabajo. Piensa que eres afortunado de tenerlo-
Pero es que esto no es un trabajo, ¡es una condena!

Nunca me gustaron las noches.
No por miedo; mas bien por imposición de mi cabeza que, a partir de media tarde, boicoteaba a mi cuerpo mandándole señales que me sumían en una especie de letargo del que ya no me desprendía hasta el día siguiente.
Siempre me gustó dormir.

¿Cómo iba a estar contento con un trabajo como aquel?
Era lo último que esperaba que me sucediese.

Me había tocado uno de los hoteles más modernos de la zona ¡y con más luz!
Bastante me costaba salir al pasillo de la tercera planta y ponerme a susurrar tonterías cerca de las habitaciones de los huéspedes todos los días, como para tener que hacerlo a partir de las doce de la noche... y en ese pasillo tan iluminado.
Era como una broma pesada.
Pero lo peor era arrastrar aquellas cadenas. Cadenas que pesaban terriblemente y que no sonaban ni asustaban a nadie.

¡EL HOTEL TENÍA MOQUETA EN TODOS LOS PISOS!

Así no podía hacer bien mi trabajo.

Y mira que lo comenté en el juicio: -¿no puedo ser un alma errante en un barco que viaje por aguas tenebrosas del Pacífico Sur?-
-No, no puedes… Este es el lugar que te ha tocado. ¡Haber muerto antes!-
Y tenían razón. Ojalá hubiese resbalado en aquella bañera un par de años antes, quizá entonces habría podido elegir un destino mejor…

Aunque pensándolo sosegadamente, sólo tendría que estar asustando en aquella tercera planta el resto de la eternidad.



miércoles, 10 de agosto de 2011

¡Qué día más bello!

- Vaya día de primavera delicioso que estamos teniendo -se dijo, el bueno de Anselmo.

Por fin parecía que la época lluviosa estaba llegando a su fin y comenzaba ese tiempo de calor diurno y frescor nocturno que acunaba los sueños de los que vivían en la gran ciudad.

Hoy habría sido un excelente día para bajar con su nieto al parque.

Llevaba 3 meses sin salir a la calle por esa maldita enfermedad que le tenía postrado en la cama del hospital. Allí le trataban bien pero la comida era espantosa, nada que ver con la de su Manuela: que nunca fue gran cocinera, ni esposa, pero todo era mejor que los insípidos platos que se repetían semanalmente en la clínica.
Ahora eso no importaba.

Él era feliz. Feliz como nunca en su vida. Todos los seres que había querido estaban a su alrededor. Incluso estaba Román, con el que tantas partidas al ajedrez había echado en la residencia, donde sus hijos le enclaustraron porque ninguno tenía tiempo ni espacio, en sus chalets, para hacerse cargo de él.

Allí estaba, en el centro de todos, tumbado sobre la madera fría de su nuevo traje, contemplando el maravilloso firmamento de aquel precioso día de primavera.
Tenía que decirlo, aunque nadie le escuchase:

- Qué día más bello -

viernes, 13 de mayo de 2011

Los 60!!!!


- Me encantaría volver a los 60, mi vida era bastante mejor -

Al oírte decir eso, lo primero que pensé fue:
¡en los 60 aun no nos conocíamos!, de hecho, ¡nos casamos en los 80!. Para ser exactos en 1987...

Hasta ese día pensaba que nuestra relación, con altibajos, iba para delante... pero estaba claro que tú no creías lo mismo.

Me empecé a agobiar.

Aunque, pensandolo bien, la peor parte iba a ser para Marga.
¡Nuestra Marga! que vivía con nosotros desde hacía un año. Habría que ver quién se la quedaba... o llevarla a una perrera: cosa que, ni tú ni yo, íbamos a dejar que pasara.
Y otro problema íba a ser la casa: espaciosa para los dos y demasiado grande para uno sólo...

Otra vez a volver a empezar: cambiar de barrio, de amigos... se me estaba haciendo un mundo.

Te miré y, al verte de pie con la báscula, me senté y no dije nada.

La vida siguió su curso: con altibajos, para delante...

jueves, 7 de octubre de 2010

Recuerdos

En aquel momento recordé ese olor desagradable que había intentado olvidar en los últimos años.

En Madrid la vida no era más fácil que en el pueblo: pasaba las mañanas caminando sin rumbo cerca de las vías de Chamartín y las tardes cerca de las zonas con más tráfico de la capital. Intentaba evitar el incomodo silencio que me recordaba a los días pasados en la quietud de la villa manchega donde crecí.

Aún sin entender cómo había llegado a esta situación, me preocupaba por ese olor nauseabundo a sangre más que por el dolor que notaba en el costado de mi vientre perforado. Me venían a la memoria recuerdos imborrables de la noche en que discutí con mi mujer, no debí coger aquel arma. Ella odiaba la caza.

Pero ahora eso debía darme igual, la vida se me escapaba lenta y fríamente sobre aquel adoquín del Banco Santander...

En Madrid la vida no era más fácil que en el pueblo.

sábado, 22 de noviembre de 2008

La Locura

No siempre respiro el aire que respiras tú. Muchas veces el aire que respiro es color rosa y sabe a chicle de fresa… me gusta.

Me llamo Lucas y estoy loco, o eso dice la gente.

Cuando nací el médico dijo que, en vez de llorar, me reí insistentemente.

Nací hace 23 años y siempre he vivido en este hospital. Nunca conocí a mis padres, aunque les he visto desde la ventana de la habitación de los juegos muchas veces, están esperando a que me ponga bueno y salga a abrazarles.

Aquí todos quieren “curarme” y me dan un montón de pastillas que no soporto a lo que saben ni como huelen. Todos quieren curarme menos Lucius.

Dicen que es imposible que Lucius exista; Lucius es mi amigo, vive conmigo y me enseña a hacer muchas cosas.

Me esta enseñando a volar.

Mañana vamos a volar desde la ventana de la habitación de los juegos, que siempre está entornada, y cuando lleguemos al suelo me iré a abrazar a mis padres, seguro que me están esperando.