...me coge de la mano!!! Yo la aprieto con fuerza!!!
-tranquilo- me dice, -yo no te voy a soltar-
Me relajo, me abandono, confío.
...me coge de la mano!!! Yo la aprieto con fuerza!!!
-tranquilo- me dice, -yo no te voy a soltar-
Me relajo, me abandono, confío.
"Sí, quiero"- respondió ella
Y, como algunas noches, me desperté sonriendo.
Y girando mi cuerpo hacía el otro lado de la cama, donde dormía mi esposa, la abracé besándola como un adolescente que descubre el amor por primera vez.
¡A mi edad y después de tantos años!
Volví a sonreír cayendo en un plácido sueño, sabiendo que mañana, ella, estaría a mi lado.
En aquel momento recordé ese olor desagradable que había intentado olvidar en los últimos años.
En Madrid la vida no era más fácil que en el pueblo: pasaba las mañanas caminando sin rumbo cerca de las vías de Chamartín y las tardes cerca de las zonas con más tráfico de la capital. Intentaba evitar el incomodo silencio que me recordaba a los días pasados en la quietud de la villa manchega donde crecí.
Aún sin entender cómo había llegado a esta situación, me preocupaba por ese olor nauseabundo a sangre más que por el dolor que notaba en el costado de mi vientre perforado. Me venían a la memoria recuerdos imborrables de la noche en que discutí con mi mujer, no debí coger aquel arma. Ella odiaba la caza.
Pero ahora eso debía darme igual, la vida se me escapaba lenta y fríamente sobre aquel adoquín del Banco Santander...
En Madrid la vida no era más fácil que en el pueblo.